Hace poco os hablaba de lo bonito que es tener una gran familia y de lo mucho que echo de menos a la mía. En una de mis historias del verano os contaba la alegria de volver a disfrutar de mis primos y tios de Barcelona, lo mucho que sentía la soledad de mis niños que pueden disfrutar tan poco de sus primos, tios y demás.
Cuando lo pienso me da pena, el privilegio que yo viví pasando las vacaciones cada año con un tio, o los fines de semana con los primos que vivian en la misma ciudad. Mis peques no tienen la misma suerte y cuando lo pienso me entra cierta melancolía. Los pobres ven a los tios en los puentes o vacaciones pero cada vez será más dificil con la nueva normativa escolar. Bueno les quedan los abuelos y con la abuela Pepa se lo pasan pipa.
Más de uno pensareis que pesada soy con el tema familiar, pero esta semana ha sido dura, muy dura, haciendo de tripas corazón. Mi querida tia Pepa, con quien pase los mejores veranos de mi vida, la tia mediadora, la pequeña brujita que resolvía todos los problemas, la que nunca dejo de llamarme cuando estuve enferma y dió consuelo a mi madre, para mi más importante todavía, se sometió a una dificil, larga y complicada operación de corazón.
Ayer, al fin, después de todo el día en un frio quirófano, todo salió bien y ahora estamos esperando a que responda al tratamiento y pueda salir de la UVI. Nadie puede imaginarse los nervios que he pasado esta semana, intentando tener la mente fria, disimulando para poder tranquilizar a mi madre, su hermana, que no ha parado de llorar . Cada día soy más consciente de mi capacidad de aparentar que todo va bien, repitiendo hasta la saciedad mi propia experiencia y contandole a todo el mundo que "de todo se sale".
Pero mi tia Pepa, es mucho más fuerte, una luchadora, aunque sin duda este es el mayor de todos los sustos que nos ha metido, no es el primero que le hace pasar por una operación, esperamos que último y que todos podamos celebrar que "la tia cumple 100 años".
Estos días aunque intenté llevar una vida lo más normal posible, con todas sus rutinas, en mi mente estaba ella, y un millón de momentos felices en aquella aldea perdida de Dios, Santiago de Oliveira.
Tia, gracias por cada momento que he pasado contigo y gracias también por todos los que pasaremos.Un beso de todos.
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